Hombre
y cosmos abren Filo de ausencias, pero no es solo cosmogonía y movimientos
simples, es el metabolismo de sentirnos los planetas interiores, los agujeros
negros; Omega inicia el amolar de la palabra hasta ser devorados por la
noche.
Jaime
Fernández Molano nos guía por sus edificaciones haciendo las veces de anfitrión
mordaz, y es que se respira por sus recintos que no hay poema ni artisticidad
si no hay crueldad, humor negro, imagen corrosiva.
Con
algunos textos de Filo de ausencias siento estar apoltronado en la pálida
realidad, mirando la panorámica del caos; siento en otros mi selva, mi fauna, y
los ríos que el libro me da en amables sorbos de piraña.
Pende
ahora del hilo de los lectores, Filo de ausencias, libro de muchos
viajes: que nos lleva “/a encender / los fuegos/ de la noche./”, o al limonar
veloz de la memoria.
Pero
digo, antes que se fugue, esta impresión: De un momento a otro, por las
hendijas de Filo de ausencias miro el Llano, desde una llaneridad que Fernández Molano ha cultivado en su brevedad
lacerante; no esa llaneridad que explica paisajes y parrandos, no, es la
llaneridad global, la de la palabra visceral, la del paisaje empotrado en el
ser, con la fauna dialéctica.
Francisco
Piratova Arias
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